jueves, 12 de enero de 2012

Factores protectores y Factores de Riesgo: otro modo de pensar el destino de un niño


Estamos habituados a mirar los problemas sociales usando un modelo relativamente rígido basado "primordialmente" en el concepto de factores de riesgo.

Se entiende por factor de riesgo a cualquier característica o cualidad de una persona, comunidad o del entorno, que se sabe va unida a una elevada probabilidad de dañar la salud. En virtud de este esquema solemos pensar que, si una persona está expuesta a varios factores de riesgo, es muy probable que enferme. Sin embargo, en las últimas décadas, un concepto nuevo cobra relevancia en el campo de la salud y la educación: el de los factores protectores. Este enfoque amplía el campo de análisis de los factores de riesgo, complementándolo con el de factores de protección.

Los factores protectores son los aspectos del entorno o competencias de las personas que favorecen el desarrollo integral de individuos o grupos y pueden, en muchos casos,ayudar a transitar circunstancias desfavorables.El balance de ambos permite considerar el grado de vulnerabilidad al que está expuesto una persona o institución. 
A diferencia de lo que se cree habitualmente, una gran parte de las personas que durante su infancia y adolescencia padecieron un hogar con vínculos violentos, cuando llegan a la vida adulta, no sólo no repiten el modelo, sino que logran conectarse con sus propios hijos de una manera comprensiva sin reproducir el maltrato . ¿Cuál es la explicación? La influencia positiva de ciertos factores de protección que disminuyeron el impacto del daño y les ofrecieron una alternativa mejor. Los estudios realizados sobre historias de vida de las personas que se recompusieron de experiencias traumáticas infantiles, tienen un punto en común: contaron con algún adulto que, en el momento más necesario, les brindó afecto, los respetó y les devolvió una imagen valorizada de sí mismos.
Incluimos la perspectiva de la resiliencia con el fin de poner a su disposición un marco desde el cual reconsiderar el rol que puede jugar un maestro en la vida de un niño expuesto a violencia doméstica. Este docente, a su vez, actuará en mejores condiciones si se desenvuelve en una institución que lo contenga a él cuando interviene.
Entre los factores de riesgo que pueden perpetuar el ciclo de la violencia en el hogar, encontramos: el aislamiento del niño respecto de las redes sociales que podrían protegerlo, el silencio o la negación del problema que padece, la “naturalización” de determinados hechos violentos por parte de la sociedad o la comunidad en la que vive y el sentimiento de culpa por el cual el chico se siente merecedor del castigo que recibe.




Los principales factores de protección, por el contrario, consisten en: la existencia de redes de contención (podrían estar conformadas por otros miembros de su familia o instituciones capaces de detener el maltrato por vías educativas o judiciales), las acciones que estimulen la autoestima, la confianza en sí mismo y el reconocimiento de que se tiene derecho a ser querido
por el solo hecho de existir. La acción eficaz de un adulto significativo –como puede ser el caso del docente– puede ayudar al alumno a resignificar su realidad desde una configuración nueva, permitiéndole evitar la repetición del modelo violento.
El impacto de la intervención institucional sobre la vida del niño o joven maltratado, trasciende el momento circunstancial del episodio violento.


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